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18 oct 2010

UN ITINERARIO PARA REDESCUBRIR LA IDENTIDAD DE LA COMUNICACIÓN CATÓLICA







 
Por: Ariel Beramendi



El Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales (PCCS) acaba de celebrar en Roma el Congreso Internacional de la "Prensa Católica en la Era Digital" cerrando así un primer ciclo de reflexión sistemática y profunda sobre la comunicación en la Iglesia Católica; este itinerario inició en el año 2006 cuando el entonces Presidente de este Dicasterio , Arzobispo John Foley,  convocó en Madrid a representantes y delegados de emisoras televisivas de varias partes del mundo.

Dos años después, una de las primeras convocatorias que el Arzobispo Claudio María Celli realizó tras su nómina pontificia como nuevo Presidente del Dicasterio que se ocupa de animar y suscitar la comunicación al interno de la Iglesia, fue convocar en el año 2008 a representantes de las radios católicas de todo el orbe católico; ese mismo año fueron convocados a Roma los directores de las Facultades de Comunicación de las Universidades Católicas; y en el 2009 se invitó a un seminario destinado a los obispos Presidentes de las Comisiones Episcopales de Comunicación.

El hilo conductor de estos encuentros, respetando las características de cada sector, ha sido el intento de responder a la pregunta de fondo sobre cuál es la identidad "católica" de un medio o entidad de comunicación que se dice ser, o pertenecer a la Iglesia Católica; y cuáles son los desafíos que dicha entidad de comunicación enfrenta ante el contexto tecnológico y social.

En primer lugar la "catolicidad" de un medio de comunicación, por así decirlo, nace de la pertenencia objetiva a una entidad eclesial y por los contenidos que se transmiten y propagan a través del mismo; queda claro que los medios católicos tendrían que reflejar la rica experiencia  universal con la que la Iglesia  nace el día de Pentecostés.

Las experiencias compartidas durante estos encuentros han reflejado las distintas velocidades en el campo de la comunicación social con la que la Iglesia se mueve;  y ha sido necesario subrayar que la identidad católica de un medio de comunicación no debe dejar espacio a la improvisación o a una providencia mal entendida; sino que cada proyecto de comunicación social tendrá que nacer como fruto de una evaluación de los recursos con los que se cuenta a nivel técnico y humano; de un estudio de audiencia a la que se le ofrecerán servicios objetivos. Precisamente por el mensaje que los comunicadores cristianos custodian, la difusión de esta Buena Noticia  deberá ser realizada con una buena profesionalidad; en este sentido los encuentros convocados por el PCCS han sido una tarima donde se ha podido ejemplificar algunos proyectos que pueden servir como hoja de ruta en otras lugares.

Por otra parte, una reflexión recurrente a lo largo de estos años ha sido analizar los desafíos que el Mensaje Cristiano enfrenta ante un contexto tecnológico que, en cierto sentido, ha ofrecido soluciones a varios problemas técnicos y que, al mismo tiempo, ha abierto nuevas perspectivas de comunicación como el valor de la información local en un sistema comunicativo global e instantáneo, la brevedad y agilidad de la comunicación y la información; un panorama digital que constantemente propone la pregunta de cuáles son los nuevos y eficientes lenguajes con los que la Iglesia tiene que comunicarse con el hombre de hoy.

Ante este desafío, que no sólo es de los agentes pastorales, se suma la indiferencia - y en algunos casos la animadversión - hacia el Mensaje Cristiano por esferas sociales cada vez más extensas que simplemente no están interesados en ver, escuchar o leer medios masivos de comunicación que tengan el adjetivo de católicos. A finales año 2009 el Santo Padre regaló a la Iglesia un faro para no perder el horizonte ante estos nuevos desafíos, él invitó a contemplar en nuestra vivencia religiosa un espacio para los "gentiles del mundo moderno", el Papa usó la metáfora del "patio de los gentiles" para que los operadores de la cultura y la comunicación sean capaces de crear nuevos espacios de diálogo.

Renace entonces la pregunta que interpela a los cristianos de hoy ¿en qué idioma comunicar?, ¿con qué códigos o iconos podemos comunicar con el mundo de hoy? ¿qué imagen  de Iglesia queremos comunicar?
Mencionar el reto de los contenidos y la forma de la comunicación es remarcar la necesidad de formación; este ha sido un eco constante en los congresos realizados por el Dicasterio Vaticano. No cabe duda que son las entidades educativas que deben preparar las generaciones de nuevos profesionales de la comunicación, teniendo presente una visión del ser humano que no se cierra a lo Transcendente y a lo Eterno,  profesionales de la comunicación y/o agentes pastorales que son capaces de no reducir la comunicación social a una visión meramente instrumental o amplificadora de la información, que no se pregunta si el interlocutor recibe o entiende el mensaje. Para usar palabras de Benedicto XVI hoy se requieren comunicadores que en la Iglesia y en la sociedad sean verdaderos diáconos de la Cultura, testigos  y promotores de la Verdad, con una visión clara que la dignidad de la persona humana va situada en primer lugar.

Durante estos años hemos cerrado un primer ciclo de reflexiones sobre la identidad y la misión, es decir qué somos y para qué existimos como comunicadores católicos; aún no sabemos cuántos somos pero ya se tiene claro que a más medios de comunicación no corresponde necesariamente una mejor comunicación; sin embargo durante los congresos se ha puesto en común los logros alcanzados y el conocimiento mutuo de experiencias que actualmente están dando lugar a proyectos en red, sinergias e intercambios que hacen descubrir a los comunicadores de la Iglesia Católica que no están arando en el desierto, y que al fortalecer intereses comunes se puede dar un salto cualitativo en los proyectos de comunicación que se llevan adelante, teniendo presente que comunión y unidad no necesariamente significan uniformidad.

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