(por Ariel Beramendi)
CONFERENCIA
LIMA – PERÚ con ocasión de la 47 Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales:
30 de mayo Lima - Perú
I. El
Mensaje del Papa “Redes Sociales: Portales de verdad y de fe, nuevos espacios
para la evangelización”.
Eel mensaje del Papa para la Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales de este año 2013 puede ser entendido como un capítulo
de reflexión permanente sobre estos nuevos medios.
En los últimos cinco años desde el Pontificado se
mostró una gran atención a la realidad – en constante evolución – de los medios
digitales y su significado para la humanidad y la Iglesia. Este año hemos
celebrado la Jornada Mundial de las Comunicaciones a la luz de la reflexión del
Papa emérito Benedicto XVI que quiso poner su atención en las redes sociales;
así nos ha invitado a apreciar la potencialidad de estas redes en la promoción
y desarrollo humano y también en la solidaridad. El mensaje para este año
señala a todas las personas presentes y activas en las redes sociales algunas actitudes
fundamentales y compromisos necesarios que tendrían que ser desarrollados y
potenciados; además – durante este Año de la Fe – el mensaje se dirige a los
creyentes involucrados en las redes sociales exhortándoles a reflexionar cómo
pueden contribuir con su presencia, a hacer conocer el mensaje evangélico del
amor de Dios para todos los hombres y mujeres.
En ese sentido la reflexión que nos propone el papa emérito
Benedicto XVI, nos señala que las tecnologías no provocan automáticamente un
cambio positivo: “El mero hecho de
que los medios de comunicación social multipliquen las posibilidades de
interconexión y de circulación de ideas, no favorece la libertad ni globaliza
el desarrollo y la democracia para todos. Para alcanzar estos objetivos se
necesita que los medios de comunicación estén centrados en la promoción de la
dignidad de las personas y de los pueblos, que estén expresamente animados por
la caridad y se pongan al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad
natural y sobrenatural” (Caritas in veritate 73, 2009). Benedicto XVI afirma
claramente que son necesarios un esfuerzo y un empeño de parte del hombre, ya
que “El intercambio de información puede
convertirse en verdadera comunicación, los contactos pueden transformarse en
amistad, las conexiones pueden facilitar la comunión”. (Benedicto XVI, Mensaje para la
Jornada Mundial de las Comunicaciones, 2013).
Al referirse a las
redes sociales, muy a menudo los académicos hablan de contenidos generados por los usuarios
(user generated content) y también Benedicto XVI en su mensaje nos recordó que
la misma cultura de las redes sociales es generada por los usuarios. Si las
redes son concebidas como espacios buenos donde las comunicaciones positivas
pueden contribuir a promover el bienestar individual y social, entonces los
usuarios - personas que forman estas
redes – deben estar atentos al tipo de contenidos que están creando y
compartiendo. Recientemente un estudio ha concluído sobre la importancia cada
vez mayor de estas redes sociales a la formación de la identidad humana
(“Foresight Future Identities”, previsiones de futuras identidades, Londres,
2013); en este sentido es muy necesario
estar atentos a garantizar que estos ambientes resulten seguros y humanamente enriquecedores. Al
respecto Benedicto XVI señala en su mensaje:
“Quienes las usan deben evitar
compartir palabras e imágenes degradantes para el ser humano, y excluir por
tanto lo que alimenta el odio y la intolerancia, envilece la belleza y la intimidad
de la sexualidad humana, o lo que explota a los débiles e indefensos.
(Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones, 2009).
La lógica nos dice que las “redes” son
verdaderamente “sociales”, solo si los usuarios evitan cualquier forma de
comportamientos y expresiones antisociales.
Si deseamos que las redes expresen todo su potencial
para ser un “fórum” que ayude a las personas a mejorar la comprensión y la
apreciación recíproca, entonces tendremos que ser siempre respetuosos en las distintas
formas de expresarnos. Si deseamos que las redes sociales ayuden a las personas
a crecer en la conciencia de la verdad, entonces tendremos que comprometernos y
promover la honestidad y la autenticidad
de nuestra presencia en estos espacios. En un ambiente que permite que las
personas estén presentes de forma anónima, tenemos que estar atentos a no
perder jamás el sentido de nuestra responsabilidad personal. Incluso si las
redes sociales, aparentemente, dan más atención a aquellos que aparecen más
provocativos u ostentosos en su estilo de presentación; como bautizados debemos
insistir en la importancia del debate
racional, de la argumentación lógica y de la persuasión no agresiva. Si
bien las redes sociales corren el riesgo de transformarse en “migajas de
información” o “ cámaras de eco” (Sunstein, 2012) en las que las personas se
contactan solo con los que tienen las mismas opiniones e ideas; el Papa nos
recuerda que el diálogo y el debate
pueden crecer sólo cuando estamos dispuestos a involucrar a quien es distinto
de nosotros y a tomar en serio sus ideas. Las
redes sociales exhibirán el máximo de su riqueza si serán inclusivas.
Benedicto XVI da por descontado la importancia del
ambiente digital como una realidad en la vida de muchas personas. Y como ya
hemos recalcado no se trata de una especie de mundo paralelo, o meramente
virtual, sino de un ambiente existencial en el que las personas viven y se
mueven. Se trata de un “continente” en el que la Iglesia debe estar presente y
donde los creyentes, si quieren ser auténticos en su presencia, tendrán que
compartir con los demás esta fuente de su profunda alegría y de su esperanza: Jesucristo. El fórum creado por las
redes sociales nos permite compartir la verdad que el Señor ha transmitido a su
Iglesia, de escuchar a los otros, de conocer sus intereses y sus
preocupaciones, de entender quiénes son y que están buscando.
II. ¿Se puede hablar de Dios en las Redes Sociales?
Para responder a esta
pregunta, deseo utilizar la metáfora de la “luz eléctrica” para entender mejor el
objetivo de superar el esquema meramente instrumental que tenemos del Internet
y de los espacios que se han creado a través de esta Red.
Seguramente cuando en
1878 Thomas Alva Edison construyó la primera lámpara incandescente , y que
permaneció encendida por más de 40 horas[1] no se imaginó que esa invención habría de
cambiar la forma de vivir de la humanidad que hasta ese entonces se alumbraba
con antorchas y velas.
Pienso que de la misma
manera cuando se inició a gestar la red Internet a inicios de los año 70 no se
podía prever los cambios que tendría la humanidad en la forma de comunicar,
socializar, y en definitiva de vivir en una nueva cultura.
Así como la luz eléctrica
– y más concretamente la generación y transmisión de la electricidad - permitió automatizar y dar origen a los
medios masivos de comunicación que modernizaron la comunicación del inicio del
siglo XX; de igual manera el Internet ha dejado de ser un medio y un
instrumento para convertirse en un ambiente donde han nacido nuevas formas y nuevos espacios de
comunicación como el World Wide Web (WWW), los foros, los portales
multimediales de información o cocimiento, y recientemente las redes sociales, que en
su conjunto se constituyen en un nuevo
ambiente comunicativo, y que han creado en la sociedad: la cultura digital o mundo digital que a
su vez haz provocado el fenómeno de la globalización de la cual todos hacemos
parte, queriéndolo o sin quererlo.
Hoy en día ya nadie se
cuestiona si podemos usar en las parroquias la luz eléctrica, ¡incluso las
velas eléctricas o campanas eléctricas! Así como tampoco ya nos preguntammos si
la Iglesia Católica puede poseer una radio o una televisión. Y no lo hacemos
porque desde hace mucho las personas han “asumido esa tecnología” en la vida
cotidiana, es decir – en el caso de la electricidad - aquel acceso a la electricidad que podía ser
considerada como un “bien para pocos” hoy es considerado como un elemento
primordial para cada ciudadano.
De la misma manera, el
mundo que emergió con la llegada del Internet nos presentó interrogantes,
desafíos, y seguramente también causó asombro y temor a muchos. Sin embargo, la
evolución y la incidencia que las nuevas
tecnologías de comunicación tuvieron en la sociedad hacen que hoy en día ésas
no sean vistas, ni concebidas sólo como un instrumento, o una tecnología externa al ser humano.
Por eso considero
importante cambiar nuestro esquema mental hacia el mundo digital y el mundo de
la comunicación; pasando de una visión instrumental a una visión de espacio
comunicativo. Es decir, la cultura digital – de la cuál hablaremos – hoy se presenta como extensión del ser
humano; las personas no usan las tecnologías de la comunicación sino que:
a) en primer lugar se apropian de ellas, y
b) las habitan
Así“Las redes se convierten
así, cada vez más, en parte del tejido de la sociedad” (Benedicto
XVI, Mensaje para la Jornada mundial de la Comunicación 2013); por esto – y como cristianos – algunas preguntas
pierden vigencia. Ya no podríamos preguntarnos si debemos o no debemos usar Internet
para Evangelizar; refiriéndonos a la metáfora inicial, sería como preguntarnos
si tenemos o no tenemos que utilizar la electricidad para evangelizar.
III. Cambio de paradigma en la cultura de la
comunicación
En los últimos veinticinco años hemos sido testigos
de un desarrollo exponencial[2] de
la tecnología y de sus capacidades para apoyar y facilitar la comunicación
humana. La combinación de este desarrollo en la telefonía móvil, en la
tecnología informática, la fibra óptica y los satélites hace que muchos de
nosotros tengamos en el bolsillo los smarth-phones que nos
permiten el acceso instantáneo a una amplia y extraordinaria cantidad de
información de todo el mundo, y que nos dan la posibilidad de comunicar
mediante conversaciones, textos o compartiendo imágenes con personas o
instituciones de cualquier latitud. Sin embargo, esta revolución de las
tecnologías de la información y de la comunicación no debe ser entendida sólo
en términos instrumentales: no se trata simplemente de una mejoría
en la comunicación y la información en términos de volumen, velocidad,
eficiencia y accesibilidad; sino más bien de los profundos cambios en la manera
en que las personas utilizan estas tecnologías para comunicar, aprender,
interactuar y relacionarse. Estamos viviendo un cambio de paradigma en la
cultura de la comunicación. Así lo señalaba el Papa Emérito Benedicto XVI
cuando afirmó que: “Las nuevas tecnologías no modifican sólo el modo de
comunicar, sino la comunicación en sí misma, por lo que se puede afirmar que
nos encontramos ante una vasta transformación cultural” (Benedicto
XVI, Mensaje para la Jornada mundial de la Comunicación 2011).
Esta nueva cultura de la comunicación requiere que
los medios redefinan su enfoque, es decir: no podemos hacer lo que siempre
hemos hecho, solo que con nuevas tecnologías. “En los primeros
tiempos de la Iglesia, los Apóstoles y sus discípulos llevaron la Buena Noticia
de Jesús al mundo grecorromano. Así como entonces la evangelización, para dar
fruto, tuvo necesidad de una atenta comprensión de la cultura y de las
costumbres de aquellos pueblos paganos, con el fin de tocar su mente y su
corazón, así también ahora el anuncio de Cristo en el mundo de las nuevas
tecnologías requiere conocer éstas en profundidad para usarlas después de
manera adecuada” (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada mundial de la
Comunicación 2009).
IV.
Características de la cultura digital
A continuación señalaremos de manera no exhaustiva
algunas características de esta cultura digital que nace del flujo comunicativo
y de la capilaridad que ha provocado - entre otras cosas - el fenómeno de la globalización.
Se trata ante todo de un fenómeno cultural donde se multiplican cada vez más
las tecnologías de la información y la participación de los usuarios/productores.
Éstas son[3]:
Ø Es
a-sincrónica y des-localizada: las categorías
de tiempo y espacio se reducen y son menos significativas en el intercambio de
contenidos. Ni siquiera los idiomas ya son un impedimento, pensemos en los
traductores automáticos.
Ø Crea
una sociedad reticular, donde el
estar vinculado o no estarlo es la condición que ofrece la posibilidad de
participación social y de creación cultural colectiva.
Ø Es
enciclopédica: los casi infinitos
bancos de datos existentes contienen archivos del saber hasta hoy inalcanzable,
y sirven para avanzar en la investigación científica y cultural de hoy.
Ø La
fiabilidad no se da por descontada.
Hay de todo y no todo es bueno, ni verdadero. Hay que aprender a elegir,
aprender una nueva forma de visión crítica de lo que se encuentra.Ø Crea nuevos tipos de relación entre las personas; relaciones auténticas aunque a distancia. Existe el peligro de multiplicar las personalidades mediante los avatar, o falsear la propia identidad.
V. Los
desafíos para la Iglesia Católica
Por supuesto que se podría profundizar más en estas características de
la Cultura Digital, pero quisiera aplicar y proponer una lectura de los desafíos que emergen – precisamente
desde las características de estas nuevas tecnologías – para la vida de la
Iglesia Católica. Se trata de la postura y de la actitud que el Pontificio
Consejo para las Comunicaciones Sociales – presidido por el Arzobispo Mons.
Claudio María Celli, está promoviendo y asumiendo en el servicio que realizamos
desde este Dicasterio Vaticano.
a) La
realidad de los espacios virtuales
“La cultura de las redes sociales y los
cambios en las formas y los estilos de la comunicación suponen todo un desafío
para quienes desean hablar de verdad y de valores. A menudo, como sucede
también con otros medios de comunicación social, el significado y la eficacia
de las diferentes formas de expresión parecen determinados más por su
popularidad que por su importancia y validez intrínsecas”. (Benedicto XVI; Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicación
2013).
La primera reflexión es simple: el espacio digital
es actualmente una realidad en la que viven muchas personas; por tanto, no
debemos pensar que lo “virtual” es un espacio menos importante que el mundo físico.
Si la Iglesia no está presente en ese espacio, la Buena Nueva no será
proclamada “digitalmente”, con lo que se corre el riesgo de abandonar a muchas
personas para las cuales éste es el espacio donde “viven”: se enteran de las
noticias y se informan; forman y expresan sus opiniones; se preguntan y
debaten.
“El ambiente digital no es un mundo paralelo o
puramente virtual, sino que forma parte de la realidad cotidiana de muchos,
especialmente de los más jóvenes. Las redes sociales son el fruto de la
interacción humana pero, a su vez, dan nueva forma a las dinámicas de la
comunicación que crea relaciones; por tanto, una comprensión atenta de este
ambiente es el prerrequisito para una presencia significativa dentro del mismo” (Benedicto
XVI, Mensaje para la Jornada mundial de la Comunicación 2011).
Hoy se puede constatar que los medios católicos han
respondido positivamente a este desafío, y que los operadores de los
medios tradicionales están realizado un buen trabajo desarrollando una
presencia consistente en el ambiente digital y logrando la necesaria
convergencia para presentar sus contenidos en la Red.
b) Desafío del lenguaje
La capacidad de utilizar los nuevos lenguajes es
necesaria no tanto para estar al paso con los tiempos, sino precisamente para
permitir que la infinita riqueza del Evangelio encuentre formas de expresión
que puedan alcanzar las mentes y los corazones de todos. En el ambiente
digital, la palabra escrita se encuentra con frecuencia acompañada de imágenes
y sonidos. Una comunicación eficaz, como las parábolas de Jesús, ha de
estimular la imaginación y la sensibilidad afectiva de aquéllos a quienes
queremos invitar a un encuentro con el misterio del amor de Dios.
(Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada mundial de
la Comunicación 2013)
Para que nuestra presencia digital sea eficaz,
el siguiente desafío es transformar nuestro estilo de comunicación. Una de las
tareas más importantes de los medios católicos es ayudar a la Iglesia a
encontrar un lenguaje apropiado para el ambiente de
comunicación creado por las nuevas tecnologías y las redes sociales. Esta tarea
es aún más importante si pensamos que así seremos fieles al mandamiento de
dialogar con aquellas personas que no son miembros de nuestras comunidades: con
otros cristianos, con miembros de otras religiones, con los no-creyentes
y con los que viven alejados de la vida de fe porque se han separado de la
Iglesia por varios motivos. Debemos prestar especial atención al tema del
lenguaje; hagamos referencia en particular o a nuestros discursos, nuestras
formas de comunicar y la terminología que usamos. Todos sabemos que el estilo
discursivo del ambiente digital, especialmente del denominado Web 2.0, es
conversacional, interactivo y participativo. Como Iglesia estamos acostumbrados
a predicar, enseñar y emitir declaraciones - actividades ciertamente
importantes -, pero las formas del discurso digital más eficaces son las
que involucran individualmente a las personas, buscan responder a sus preguntas
específicas y favorecen el diálogo. Necesitamos percibir mejor cómo será
escuchado y entendido nuestro mensaje por las distintas audiencias,
focalizándonos en el contenido de nuestra enseñanza. Hoy más que nunca, estamos
llamados a escuchar atentamente a nuestros interlocutores, a los varios tipos
de audiencia a los que nos dirigimos, entendiendo sus preocupaciones e
interrogantes, teniendo en cuenta los contextos y ambientes en los que ellos
encontrarán la Palabra de Dios.
c) La interactividad
“Las redes
ofrecen la posibilidad de compartir fácilmente los recursos espirituales y
litúrgicos, y hacen que las personas puedan rezar con un renovado sentido de
cercanía con quienes profesan su misma fe. La implicación auténtica e
interactiva con las cuestiones y las dudas de quienes están lejos de la fe nos
debe hacer sentir la necesidad de alimentar con la oración y la reflexión
nuestra fe en la presencia de Dios”
(Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada mundial de
la Comunicación 2013)
La aparición de Internet como un medio interactivo,
en el que los usuarios participan como sujetos y no solo como consumidores, nos
invita a desarrollar nuevos estilos de comunicación explícitamente dialogales,
de enseñanza y presentación. La adquisición de un estilo más dialógico es un
gran desafío logístico y de recursos. La interacción se realiza a través de
blogs, comentando artículos o argumentando nuestras posturas en las redes
sociales; y al hacerlo no sólo estamos interactuando con nuestros
interlocutores directos, sino también con públicos y audiencias más amplias.
En la Iglesia, estamos acostumbrados a utilizar los
textos escritos como la forma normal de comunicación; muchos sitios Web
eclesiales continúan usando este lenguaje donde podemos encontrar buenas
homilías y artículos muy interesantes, pero no queda claro si estos medios se
están dirigiendo a audiencias jóvenes que comunican de manera diferente.
Necesitamos descubrir la capacidad del arte, la música y la literatura para
expresar el misterio de nuestra fe interpelando mentes y corazones. Así como
los vitrales de las catedrales medievales hablaban a una audiencia que no sabía
leer ni escribir, debemos encontrar formas y expresiones digitales que sean
apropiadas para las generaciones que han sido denominadas “post-literarias”.
Hemos de lograr una “implicación auténtica e interactiva con las cuestiones
y las dudas de quienes están lejos de la fe” , que “nos debe
hacer sentir la necesidad de alimentar con la oración y la reflexión nuestra fe
en la presencia de Dios, y también nuestra caridad activa”.
(Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de
las Comunicaciones, 2013)
Nos hemos acostumbrado a relatar solo nuestra
historia; ahora se nos pide mostrar lo que somos, y necesitamos aprender a
mostrar cómo celebramos nuestra fe, cómo somos servidores y cómo nuestras vidas
son bendecidas. Tenemos que comunicar con nuestro testimonio: “El mero
enunciado del mensaje no llega al fondo del corazón de la persona, no toca su
libertad, no cambia la vida. Lo que fascina es sobre todo el encuentro con
personas creyentes que, por su fe, atraen hacia la gracia de Cristo, dando
testimonio de Él”
(Benedicto XVI, Encuentro con los obispos de
Portugal, Fátima, 2010).
Necesitamos estar más atentos a nuestra
terminología: gran parte de nuestro lenguaje religioso y eclesial es i-nin-te-li-gi-ble
incluso para los creyentes, porque muchos de nuestros iconos y símbolos
religiosos tienen que ser explicados a nuestros contemporáneos. Ya no podemos
dar por supuesto que los jóvenes, incluso en países de una larga tradición
cristiana, están familiarizados con las creencias más básicas. Desde el
Pontificio Consejo para las Comunicaciones estamos convencidos de que los
medios católicos - profesionales e institucionales - poseen un papel
fundamental para ayudar a la Iglesia a aprender cómo comunicar eficazmente.
Tenemos la buena suerte de contar entre nuestros miembros con un gran número de
escritores talentosos, locutores, fotógrafos, cineastas, especialistas en los
nuevos medios; su entusiasmo y creatividad son indispensables en esta tarea.
d) La autoridad
“La cultura de
las redes sociales y los cambios en las formas y los estilos de la comunicación
suponen todo un desafío para quienes desean hablar de verdad y de valores. A
menudo, como sucede también con otros medios de comunicación social, el
significado y la eficacia de las diferentes formas de expresión parecen
determinados más por su popularidad que por su importancia y validez
intrínsecas. La popularidad, a su vez, depende a menudo más de la fama o de
estrategias persuasivas que de la lógica de la argumentación.”
(Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de
las Comunicaciones, 2013)
Otra característica de este nuevo ambiente
comunicativo es que se trata de un contexto no jerárquico, lo cual constituye
un gran desafío para los esfuerzos comunicativos de la Iglesia: el espacio
digital es abiertamente libre y peer to peer (de tú a tú), y
no reconoce o privilegia automáticamente el valor de las instituciones o
autoridades ya establecidas. Así, en este entorno, hay que ganarse la
autoridad, ya que no se trata de un derecho. Esto significa que los líderes de
la Iglesia, al igual que los líderes y autoridades políticas y sociales, están
obligados a encontrar nuevas formas de organizar su comunicación para que sus
palabras reciban una adecuada atención en el foro digital. Estamos aprendiendo
a superar el paradigma del púlpito y de la congregación pasiva que escucha por
respeto a nuestra posición; ahora estamos obligados a expresarnos mediante
formas que incorporen y convenzan a los demás, para que ellos a su vez
compartan nuestro mensaje con sus amigos, “seguidores” o compañeros de diálogo.
Si pretendemos una presencia católica digital
eficaz, estas nuevas formas de comunicación capilar o comunicación en red deben
ser pensadas y preparadas coherentemente. En este contexto, el papel de los
laicos se hace cada vez más central. Tenemos que aprovechar las “voces” de
tantos católicos presentes en los blogs, en las redes sociales y otros foros
digitales para que ellos puedan evangelizar, compartir los puntos de vista del
Evangelio, presentar las enseñanzas de la Iglesia y responder a las preguntas
de los demás: “Existe un estilo cristiano de presencia también en el mundo
digital, caracterizado por una comunicación franca y abierta, responsable y
respetuosa del otro. Comunicar el Evangelio a través de los nuevos medios
significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos en las plataformas
de los diversos medios, sino también dar testimonio coherente en el propio
perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que
sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable
explícitamente de él”. (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de
las Comunicaciones, 2011). Por eso, se tiene que dar una
responsabilidad específica a los laicos en los medios católicos, ofreciéndoles
formación e información que les ayude a ser promotores creíbles y convincentes,
testigos de la Buena Noticia del Evangelio.
e) Reflexión ante los ataques
La Iglesia ha de ser defendida de los ataques
injustos que se desencadenan muchas veces. Por ello, es necesario que los
medios de comunicación católicos presenten una imagen de la Iglesia que sería
difícil de encontrar en los medios de comunicación laicos. Ofreciendo una
perspectiva que involucre varios eventos y hechos basados en la expresión de
nuestros valores y de nuestra fe compartida, se muestra que la Iglesia es
una comunidad de creyentes convocados por voluntad de Cristo: “Den una voz y
un punto de vista que respete el pensamiento católicos en todas las cuestiones
éticas y sociales” (Benedicto XVI, Discurso a la asociación de
Semanarios Católicos, noviembre 2010). Esta concepción está ausente en otros
medios de comunicación, que hablan de la Iglesia en términos exclusivamente
políticos o sociológicos.
Esto no significa pasar por alto los problemas,
incluso aquéllos de la vida de la Iglesia; se trata más bien de abordarlos
desde la perspectiva de la fe. La Iglesia tiene muchos críticos injuriosos
que desean revelar sólo aspectos negativos con el objetivo de herir; sin
embargo, tampoco hace bien a la Iglesia la presencia de “amantes acríticos” es
decir, aquéllos que, a menudo por un malentendido sentido de fidelidad, niegan
la existencia de tensiones y problemas, y que a la larga dañan la credibilidad
de la Iglesia.
La Iglesia necesita medios que no tengan miedo de
exponer los errores o fracasos, pero cuya motivación sea animar a la comunidad
de los creyentes a continuar el camino de la conversión, para que así la
Iglesia viva más plenamente la vocación que le ha sido entregada por Cristo, es
decir: ser una comunidad de testigos creíbles de su Palabra y del Amor de Dios
a la humanidad. Los medios católicos no serán creíbles si no enfrentan el
pecado, los abusos, las debilidades y errores dentro de nuestra comunidad. Al
mismo tiempo, no sería objetivo ni justo no mostrar los eventos y hechos donde
el Espíritu está constantemente presente. Juan Pablo II, dirigiéndose a los
periodistas durante el Jubileo de la Redención en 1984, afirmó: “La Iglesia
trata, y tratará cada vez más de ser una 'casa de cristal’, donde todos puedan
ver qué está pasando y cómo cumple su misión de fidelidad a Cristo y al mensaje
del Evangelio. Pero la Iglesia también espera un similar esfuerzo de
autenticidad de parte de quienes están en la condición de
"observadores" y que deben referir a otros (...) la vida y los hechos
de la Iglesia”. (Juan Pablo II, Discurso a los periodistas en la
Celebración del Jubileo de la Redención, enero 1984)
Por su parte, el Papa Benedicto XVI, durante su
visita a Portugal, en el encuentro con los representantes del mundo de la
cultura, nos ha recordado que: “La convivencia de la Iglesia, con su firme
adhesión al carácter perenne de la verdad, con el respeto por otras ‘verdades’,
o con la verdad de otros, es algo que la misma Iglesia está aprendiendo. En
este respeto dialogante se pueden abrir puertas nuevas para la transmisión de
la verdad”. (Benedicto XVI, Encuentro con el mundo de la Cultura,
Lisboa, mayo 2010).
VI. La actitud comunicativa de Papa
Francisco
Concluyamos
reflexionando sobre el estilo esencial e inmediato del Papa Francisco que usa
un lenguaje directo y con muchas metáforas, que emocionan al que escucha; que
usa frases cortas, enseñanzas a menudo divididas en tres puntos, tres palabras,
como si fuera un método de enseñanza: “les
dejo tres palabras, tres sugerencias, tres consejos,...”. Además de ese don
y ese carisma de Papa Francisco, que cuando habla ante las multitudes, en la
plaza de San Pedro o en otros lugares, es como si se dirigiese particularmente
a cada persona; es decir que consigue llegar al corazón de todos los presentes.
Cada uno hace suyas esas palabras del Pontífice.
Precisamente desde
esos signos y ese estilo podríamos mencionar dos características, y seguramente a medida que pase el tiempo iremos
descubriendo más.
a) Llamados a comunicar a Cristo en las periferias existenciales
Cada
vez con más énfasis el Papa Francisco nos está exhortando a comunicar no a
nosotros mismos sino la verdad, la bondad y la belleza que es Cristo. El gesto
esencial de comunicar nacerá, antes que nada, del corazón que cree y ama a
Cristo, y que hará que las actividades y los gestos comunicacionales sean
efectivos y puedan suscitar fe, esperanza, entusiasmo y seguimiento del mismo
Señor[4].
Y para
comunicar a Cristo estamos llamados a “
no encerrarnos en la soledad, en el desaliento, en el sentimiento de impotencia
ante los problemas”. Así el Papa nos indica que encerrarnos es un peligro:
“nos encerramos en la parroquia, con los
amigos, en el movimiento, con quienes pensamos las mismas cosas... pero ¿sabén
qué ocurre? Cuando la Iglesia se cierra, se enferma, se enferma. Piensen en una
habitación cerrada durante un año; cuando vas huele a humedad, muchas cosas no
marchan. Una Iglesia cerrada es lo mismo: es una Iglesia enferma. La Iglesia
debe salir de sí misma. ¿Adónde? Hacia las periferias existenciales,
cualesquiera que sean. Pero salir. Jesús nos dice: «Id por todo el mundo. Id.
Predicad. Dad testimonio del Evangelio» (cf. Mc 16, 15).” (Francisco, Discurso a los movimientos
eclesiales, 18 de mayo 2013)
No importa que nos equivoquemos, los
accidentes ocurren. Creo que todos agradecemos las Palabras del Santo Padre que
recientemente nos dice: “prefiero mil veces una Iglesia accidentada,
que haya tenido un accidente, que una Iglesia enferma por encerrarse”.
Al mismo tiempo nos da una alerta porque Cristo también puede estar encerrado
en nuestras estructuras y no lo comunicamos:
“¿cuántas veces Jesús está dentro y llama a la puerta para salir, para salir
fuera, y no le dejamos salir sólo por nuestras seguridades, porque muchas veces
estamos encerrados en estructuras caducas, que sirven sólo para hacernos
esclavos y no hijos de Dios libres?”
(Francisco, 18 de mayo a los movimientos eclesiales)
b) El Papa nos proponer instaurar una
Cultura del Encuentro
Papa Francisco nos propone instaurar una
cultura del encuentro con los demás, partiendo del hecho que la misma fe nace
del encuentro con Jesús.
“Vivimos una cultura del desencuentro, una cultura de la
fragmentación, una cultura en la que lo que no me sirve lo tiro, la cultura del
descarte […] Pero
nosotros debemos ir al encuentro y debemos crear con nuestra fe una «cultura
del encuentro», una cultura de la amistad, una cultura donde hallamos hermanos,
donde podemos hablar también con quienes no piensan como nosotros, también con
quienes tienen otra fe, que no tienen la misma fe. Todos tienen algo en común
con nosotros: son imágenes de Dios, son hijos de Dios. Ir al encuentro con todos, sin negociar
nuestra pertenencia”. (Francisco,
18 de mayo a los movimientos eclesiales)
____
Finalmente
es necesario recordar la verdad fundamental de la comunicación: nuestro
testimonio – nuestras acciones y nuestros modelos de comportamiento – que
las más de las veces son más elocuentes que nuestras palabras y declaraciones;
y expresan mejor quiénes somos y aquello en lo que creemos.
En el ámbito digital, el mensaje del Papa Benedicto XVI
nos ha sugerido que nuestra voluntad de
involucrarnos con paciencia y respeto ante las preguntas y dudas de aquellos que encontramos en las
redes sociales y fuera de las redes sociales, sean expresión de nuestra
atención y preocupación hacia ellos. No obstante los desafíos, debemos siempre
esperar. Recordemos la “fuerza propia de
la Palabra de Dios de tocar los corazones, incluso antes de nuestro esfuerzo”
(Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones, 2013)
Por eso es importante hablar de Dios en las redes
sociales pero con un estilo Cristiano.
[1] Cf. Wikipedia
[2] Mons. Celli en su
ponencia ante los delegados de comunicación de España, Madrid, Febrero 2013
[3] Ruiz Lucio,
“Evangelización en la era Digital” Conferencia en la Pontificia Universidad
Católica Argentina, 11 abril 2013
[4] Celam, encuentro de
delegados de comunicación en Bogotá, mayo 2013
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